domingo, 31 de mayo de 2009

2ª entrega curso escritura.

Proposicion de hoy crea un personaje.

Simón era un hombre austero y tenaz, que no tenía más que aquello que necesitaba para vivir y trabajar. Una choza pequeña pero acogedora, con una pequeña ventana por la que entraba toda la luz que necesitaba para reparar sus redes de pescador.
Desde que había muerto su mujer, se había vuelto algo más dejado con el orden en la casa y algunas semanas las pasaba enteras sin afeitarse; y lo que aún se le hacía más enojoso de llevar a su hermano Andrés, sin ni siquiera barrer la puerta de su choza y eso, en la aldea en la que vivían junto al mar, era un claro signo de misantropía.
Todas las mañanas, Simón se levantaba antes del amanecer, examinaba su equipo de pesca y salía caminando hacia el puerto; asimismo, todas las mañanas le tocaba esperar largo rato a su hermano que siempre llegaba tarde con alguna excusa. La verdad es que Simón sabía que su insomnio le hacia levantarse demasiado temprano y su hermano hacía el esfuerzo de ir a esas horas por temor a ofenderle. Desde que estaba solo no dormía bien, comía solo lo indispensable, cuando el apetito ya hacía largo rato que se había convertido en hambre y pasaba la mayor parte del tiempo meditando. Su hermano que le encontraba absorto de vez en cuando mientras los peces devoraban tranquilamente el cebo le decía:
- Simón, ¡que tanto pensar no puede ser bueno!
Reflexionaba sobre muchas cuestiones, sobre su pueblo, sobre sus tradiciones y sobre el vacío que sentía dentro de él, el cual nada ni nadie era capaz de llenar, ni siquiera la indestructible fe que tenia en él su hermano. Fe de que saldría vivo de su guerra de guerrillas contra el imperio, fe en que saldría adelante tras la muerte de su esposa, fe en que era un buen hombre.
Realmente de un tiempo a esta parte Andrés tenía más fe en Simón que Simón mismo.
Un día, al volver del trabajo cuando estaban en el malecón recogiendo las artes, se les acercó un hombre, venía con polvo del camino, su pelo largo y su barba de varias semanas hubieran invitado a alejarse de él, pero había algo en su mirada que transmitía paz, la paz que Simón no había podido encontrar en meses. Ese hombre se les acercó con un acompasado y lento caminar, como si fuera a saludar a dos amigos a los que conocía de toda la vida y al llegar a ellos les dijo con el tono de voz mas hermoso que Simón hubiera oído jamás:
- “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.”
…….

El resto es bien conocido por todos.

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